VIVIENDO EN MODO CONTROL

Cuando vivimos en modo control, necesitamos controlar a la otra persona.
A veces nos vemos obligados a controlar ciertos entornos o situaciones pero… en nuestras relaciones ¿podemos controlar todo?

Controlar a nuestra pareja.
Controlar que me quieran.
Controlar que las cosas se hagan como yo quiero.

Difícil, ¡Hasta leerlo resulta «pesado»! Cuando vivimos en este modo exigimos y reaccionamos desde nuestros juicios, es decir las cosas deben hacerse como «yo digo». ¿Te suena?

Detrás de la necesidad de control, hay miedo, ansiedad, inseguridad, incertidumbre, desconfianza y hasta soberbia, entre otros.

Cuando vivimos en modo control no hay lugar para que todo fluya ni para que el otro nos sorprenda con elecciones que puedan no gustarnos. No hay lugar para el aceptar

Es fundamental ELEGIR quién queremos ser ante los resultados. Cuando dejamos el modo control, distinguimos cuál es nuestro compromiso, eligiendo responsablemente en lugar de reaccionar.

Desde ese lugar podemos declarar quiebres o «basta» a una situación, hacer pedidos, ofertas y promesas en lugar de exigir.

¿Qué sentimos cuando estamos en modo control?
¿Qué emociones siento?
¿Qué siento en mi cuerpo?
¿Qué situaciones puedo controlar y cuáles no?

No significa dejar todo a la deriva sin ocuparnos ni tomar decisiones sino hacer lo mejor posible para que lo que queremos pase y dejar que el otro sea quien es o quiere ser.

Sin absolutismos, sin frustraciones, sin sometimientos, sin imposiciones.
Y desde ese lugar relacionarnos con lo que pasa y con quienes nos rodean.

Podemos abandonar la necesidad de controlar trabajando los pensamientos y emociones que nos motivan a elegir esa forma de «estar» pasando a la aceptación como punto de partida para nuestro hacer.

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